En defensa de la banca libre de reserva 100% (y en defensa de Bitcoin)

(una respuesta al artículo “Banca Libre” de @RodolfoHodls)
 
Como diría Jack “el destripador”, vayamos por partes:
PARTE 1:
Sobre la apropiación del concepto “banca libre”
Comenzaré con unos comentarios sobre el título del post de @RodolfoHodls : “Banca Libre”. Este título lo considero problemático, siempre que esté referido únicamente a la banca de reserva fraccionaria, puesto que la banca de reserva cien por cien que defiendo también es banca libre.
No se deben confundir o equiparar las tesis contrarias a la banca central y favorables a la banca libre con las tesis favorables a la banca libre con reserva fraccionaria, equiparación promovida por los defensores de esta última. Un buen número de economistas defensores de la banca libre no son en absoluto favorables a la banca con reserva fraccionaria (por múltiples motivos) y, además, entienden que este sistema solo es sostenible bajo el amparo de los bancos centrales. En cualquier caso, la expansión crediticia fruto de esta ilícita, fraudulenta e inflacionaria forma de ejercer el negocio bancario es causante de ciclos económicos tanto con banca central como sin ella.
Sobre los dos tipos de banca libre, decía Rothbard lo siguiente:
dos escuelas muy distintas de free bankers: (1) aquellos que querían la libertad bancaria para promover inflación monetaria y crédito barato y (2) aquellos que, por el contrario, querían la libertad bancaria para llegar a un dinero fuerte, casi al cien por cien en metal. (Rothbard, “The Myth of Free Banking in Scotland”. 1988) [Traducción propia]
En el mismo sentido de Rothbard, escribía José Antonio de Aguirre lo siguiente:
históricamente en la escuela de banca libre han militado toda una serie de propagandistas que, amparados en la bandera de la libertad, no perseguían otro objetivo que inflar los medios financieros para luego abandonar el barco. La escuela de banca libre que arranca de Mises no tiene nada que ver con esto. (Smith, 1936 (1993), p. 281, anexo de José Antonio de Aguirre)
Los actuales defensores de la banca libre con reserva fraccionaria también se envuelven en la bandera de la libertad para defender a capa y espada una libertad bancaria y una libertad de contrato sin límites. No se dan cuenta de que, en una sociedad libre, la libertad nunca es ilimitada. La usurpación de la propiedad privada es uno de esos límites que nadie debe sobrepasar. El privilegio concedido por el Estado a los bancos para funcionar con reserva fraccionaria es una autorización ilegítima que les permite cometer impunemente un fraude (al emitir medios fiduciarios) y un delito de apropiación indebida (al disponer del dinero de los depositantes). En una sociedad libre (no intervenida por el Estado), los bancos no disfrutarían de ese privilegio y estarían sometidos a los principios generales del derecho, como todo el mundo.
La economía del lenguaje lleva a que la banca libre con reserva fraccionaria sea conocida abreviadamente como banca libre (free banking) y sus defensores como banqueros libres (free bankers). Pero la concesión/apropiación de los términos banca libre o libertad bancaria a este grupo introduce confusión en el debate y, sobre todo, es utilizada por los banqueros libres de reserva fraccionaria (fractional-reserve free bankers) para atraer como un imán a los defensores de la libertad más ingenuos.
 
PARTE 2:
Sobre los supuestos “préstamos a la vista”
En el anterior artículo me refería a pagarés (IOU´s) de una forma genérica, englobando también los supuestos “préstamos a la vista”. Y digo supuestos porque “préstamo a la vista” es una contradicción en los términos. El contrato de depósito de dinero y el contrato de préstamo de dinero son incompatibles. Sobre este asunto, véase el artículo de Huerta de Soto titulado “A Critical Note on Fractional-Reserve Free Banking”, publicado en 1998 en Quarterly Journal of Austrian Economics (Vol. 1, No. 4, pp. 25-49).
Desde un punto de vista económico, el depósito a la vista de dinero se caracteriza porque los bienes presentes no se cambian por bienes futuros; por la disponibilidad total y continua a favor del depositante; y por la ausencia de interés (al no intercambiarse bienes presentes por bienes futuros). Sin embargo, el préstamo de dinero se caracteriza porque los bienes presentes se intercambian por bienes futuros; por el hecho de que la disponibilidad se transfiere íntegramente al prestatario y la pierde el prestamista; y por la existencia de interés (toda vez que se intercambian bienes presentes por bienes futuros).
Y lo mismo sucede desde un punto de vista legal. El depósito a la vista de dinero se caracteriza porque lo que prevalece es la custodia o tenencia del tantundem (es decir, un bien equivalente en cantidad y calidad) que constituye la motivación básica del depositante; por la ausencia de un plazo para la devolución del depósito (puesto que el contrato es a la vista); y porque la obligación del depositario es mantener el tantundem a disposición del depositante en todo momento (reservas del cien por cien). Sin embargo, el préstamo de dinero se caracteriza por la transferencia de la disponibilidad de los bienes presentes a favor del prestatario; porque el contrato exige que se fije un plazo para la devolución del préstamo y el cálculo y pago de los intereses; y por la obligación del prestatario de devolver el tantundem más los intereses pactados cuando venza el plazo.
No obstante, obviemos la imposibilidad lógica de los préstamos a la vista. @RodolfoHodls y yo podemos estar de acuerdo en que en una banca libre los clientes de los bancos dispondrían de depósitos a la vista que podrían canjear en cualquier momento por el patrón monetario (oro o plata, según el planteamiento de White y Selgin). Sin embargo, esto de en cualquier momento realmente solo sería así en la banca libre con reserva cien por cien, puesto que la naturaleza de la banca libre con reserva fraccionaria conlleva que solo puedan rescatar su dinero los primeros “en llegar a la ventanilla” (e. g., en caso de corrida bancaria). Es decir, no solo no podrían rescatar su dinero en cualquier momento, sino que buena parte de los clientes no podría rescatarlo en ningún momento. Dado que los “préstamos a la vista” de la banca de reserva fraccionaria no son realmente a la vista (a la vista está que solo una ínfima parte están respaldados) y que estos bancos no tienen activos suficientes para responsabilizarse de todos sus pasivos, esto significa que, bajo la competencia propia de un mercado libre, la banca de reserva fraccionaria no sería viable. Esta inviabilidad es aplicable igualmente a los bancos de reserva cien por cien que fraudulentamente dejen de serlo, porque en ese caso se convertirían de hecho en bancos de reserva fraccionaria y estarían condenados al mismo destino.
P.D.:_@RodolfoHodls pretende que demuestre cada una de las afirmaciones que hago en mis comentarios. Para mostrarle a Rodolfo que en este tipo de artículos breves no tiene demasiado sentido exigir tales demostraciones, le adjunto las obras que, directa o indirectamente, han ido conformando el debate a lo largo de los años.
Las referencias serían las siguientes: Menger (1871); Böhm-Bawerk (1884); Mises (1912, 1913, 1923, 1928); Machlup (1929); Mises (1931); Hayek (1931, 1933); Robbins (1934); Hayek (1937, 1939); Mises (1940); Hayek (1941); Whale (1944); Hayek (1945); Mises (1949a, 1949b y 1953); Rothbard (1962a, 1962b, 1962c, 1963a, 1963c, 1976b y 1983); Hayek 1984; White (1984); Friedman (1986); White (1986); Block (1988); Horwitz (1988); Rothbard (1988); Sechrest (1988); Selgin (1988); Horwitz (1989); White (1989); Salerno (1991a y 1991b); Timberlake (1991); White (1992); Horwitz (1992); Rothbard (1992); Salerno (1993); Hoppe 1993; Sechrest (1993); Hoppe (1994); Rothbard (1994); Salerno (1994); Huerta de Soto (1995); Block & Garschina, (1996); Hülsmann (1996); Selgin & White (1996); Selgin (1996); Skousen (1996); Shah (1997); Boettke 1997; Call and Cochran (1998); Huerta de Soto (1998a y 1998b); Block, Hoppe & Hülsmann (1998); Hülsmann (1998a y 1998b); Salin (1998); White (1999); Horwitz (2000); Hülsmann (2000); Selgin (2000); Garrison 2001; Rothbard (2002); Herbener (2002); White (2003); Hülsmann (2003 y 2004); Barnett II & Block (2005); Hauwe (2006); Hülsmann (2008a y 2008b); Barnett II & Block (2009a, 2009b); Selgin (2009); Bagus & Howden (2009); Barnett II & Block (2010); Salin (2010); Bagus & Howden (2010a y 2010b); Thornton (2010); Bagus (2010b); Rozeff (2010); Salerno (2010); Block & Davidson 2011; Mahoney (2011a y 2011b); Nair (2011); Bagus & Howden (2011a y 2011b); Cachanosky (2011); Selgin (2011a y 2011b); Horwitz y Evans. (2011); Alonso-Neira, Bagus & Rallo (2011); Davidson (2012); Bagus & Howden (2012a, 2012b, 2012c y 2012d); Luther y Salter (2012); Salerno (2012); Bagus & Howden (2013); Bagus, Block & Howden (2013); Alonso-Neira, Bagus & Romero (2013); Evans (2013); Bagus, Howden & Gabriel (2014a y 2014b); Davidson (2014a y 2014b); Bagus & Howden (2016); Hauwe (2016); Bagus, Howden & Gabriel (2017); Selgin (2018); Murphy (2019); Rallo (2019); Albinowski (2022); Mousten-Hansen (2022); Bagus (2023); Alonso-Neira, Espinosa & Huerta de Soto (2023).
 
PARTE 3:
Sobre la homogeneización de los billetes emitidos
En referencia a lo escrito en mi último post sobre la banca de reserva fraccionaria, @RodolfoHodls me pregunta por Twitter que por qué las reservas de los bancos de reserva fraccionaria se dirigen necesariamente hacia los bancos de reserva cien por cien. Según su opinión, si los bancos de reserva fraccionaria aumentan su clientela (como yo planteaba) sería al revés.
Mi respuesta fue la siguiente:
Hay un detalle que es fundamental. Bajo una banca libre, cada banco tendría unos billetes que serían valorados de forma diferente, según el caso particular (según el coeficiente de reserva fraccionaria que cada banco aplique, según la credibilidad del banco, etc.) En esas circunstancias, los billetes de los bancos no podrían funcionar como medio de intercambio común y generalmente aceptado (dinero), es decir, no se aceptarían a la par. Como mucho se podrían utilizar como medio de intercambio, pero siempre con descuento sobre el dinero y los títulos de dinero (certificados monetarios). Los bancos de reserva cien por cien no aceptarían en ningún caso esos billetes “fraccionarios” (medios fiduciarios) y reclamarían inmediatamente su rescate, incrementando sus reservas de oro y vaciando las reservas de los bancos de reserva fraccionaria (que estarían obligados a aceptar sus propios billetes y también la redimibilidad).
En referencia a mi afirmación de que en un mercado libre los billetes bancarios de la banca con reserva fraccionaria serían valorados de forma diferente, según el caso particular (según el coeficiente de reserva fraccionaria que cada banco aplique, según la credibilidad del banco, etc.), dice @AlonsoMoralesS2 (también en twitter) que Selgin y White describen ciertos mecanismos por los cuales se llega a la aceptación a la par. Y @RodolfoHodls le contesta que sí, que hay bastantes formas, pero que lo esencial es que los bancos mantengan su liquidez y solvencia para que la disparidad no sea fundada. En esto último, le doy la razón a Rodolfo. Lo esencial es que los bancos mantengan su solvencia. Lamentablemente, los bancos de reserva fraccionaria no van por esos derroteros.
Considero que el asunto de los mecanismos descritos por Selgin y White mediante los cuales los billetes bancarios podrían ser aceptados a la par es entrar en tecnicismos que dificultan una visión de conjunto. Ningún mecanismo que equipare algo malo con algo bueno es deseable ni sostenible a largo plazo. Estos mecanismos solo sirven cuando los billetes ya son en la práctica más o menos equiparables. Pero son completamente inútiles cuando un banco se aprovecha de la situación para obtener ganancias. En este caso (que probablemente sería un caso habitual en el mercado libre), este tipo de mecanismos igualadores son incluso contraproducentes, y perjudican a todo el conjunto de los bancos de reserva fraccionaria implicados en la homogeneización. La hipotética corrida bancaria en lugar de limitarse a ese banco podría extenderse a todos los demás, provocando que los usuarios huyeran hacia la banca de reserva cien por cien (si trasladamos esta idea al caso actual de Bitcoin, los usuarios huirían hacia la autocustodia, que es el mejor ejemplo de banca de reserva cien por cien en un sistema libre).
Lo que sí es cierto es que los distintos mecanismos bancarios a los que recurre la banca de reserva fraccionaria, siempre que sean eficientes, pueden hacer perdurar más ese sistema bancario. Pero hacer que algo intrínsecamente dañino perdure, no es de celebrar. La eficiencia de los mecanismos bancarios y de la ingeniería financiera no justifica las actividades de la banca de reserva fraccionaria ni evita sus consecuencias, lo único que consigue es condenarnos a sufrir de forma recurrente los ciclos económicos y que esas consecuencias sean cada vez más peligrosas. Por otra parte, el mecanismo más eficiente para que la banca de reserva fraccionaria perdure el máximo tiempo posible ya existe y no es otro que el banco central, que consigue mantener con vida el sistema bancario fraccionario mientras siga latiendo el sistema monetario.
Curiosamente, en este asunto de la homogeneización los defensores de la banca libre de reserva fraccionaria se acercan a los defensores de la banca central. Uno de los argumentos empleados por estos últimos a comienzos del siglo XX era que el gobierno debía intervenir y proteger a los tenedores de billetes. Esto se justificaba diciendo que en una banca libre se producirían quiebras de bancos y, sin embargo, los perjudicados por esas quiebras (los tenedores de billetes de los bancos quebrados) no serían las mismas personas que primero se habían beneficiado de la emisión de los billetes. Esos billetes estarían ya en manos de otras personas más pobres e ingenuas, que serían las que precisamente pagarían las consecuencias. Por lo tanto, la intervención del banco central debía ir dirigida a dar uniformidad a la emisión de billetes y a distribuir el riesgo. Sin embargo, para los opositores a la banca central era evidente que la distribución del riesgo mediante la homogeneización de los billetes bancarios emitidos implicaba una igualación por abajo que provocaba consecuencias muy negativas (como todo intervencionismo). Pues bien, esto que era aplicable a la banca central, es igualmente aplicable al caso que nos ocupa. Los bancos de reserva fraccionaria en una banca libre necesitan la homogeneización de sus pagarés (billetes y depósitos a la vista) para que estos tengan una mayor demanda y la liquidez necesaria para poder ser usados como medio de intercambio. La cartelización de los bancos de reserva fraccionaria y la homogeneización de sus pagarés perseguiría esos objetivos y podría conseguirlos temporalmente, pero sería simplemente una huida hacia delante. La equiparación y aceptación a la par de los pagarés de todos los bancos cartelizados incentiva la irresponsabilidad de sus miembros y conduce hacia el desastre. Finalmente, esto lleva a que los banqueros libres de reserva fraccionaria acepten gustosamente la banca central prestamista de última instancia y la imposición de leyes de curso legal.
 
PARTE 4:
Sobre los costes
@RodolfoHodls habla repetidas veces de los costes de la banca con reserva cien por cien (“costes del papel moneda”, “costes de almacenaje del activo real”, “costes de gestión del banco”). De hecho, en este tipo de banca @RodolfoHodls solo encuentra costes. Sin embargo, respecto a los costes de la banca de reserva fraccionaria no se pronuncia (simplemente encuentra un plus de rentabilidad en cada esquina). Desde mi punto de vista, se equivoca al juzgar así los costes, pues solo tiene en cuenta los costes operativos. El coste que más debería importarnos, tanto de la banca de reserva cien por cien como de la banca de reserva fraccionaria, es el coste de oportunidad de cada una de estas instituciones. Es decir, aquello a lo que se renuncia (o se pierde) cuando se escoge (o impone) una de ellas en lugar de la otra.
El coste de oportunidad de la banca de reserva cien por cien y del dinero fuerte (en el pasado con un patrón oro y esperemos que en el futuro con un patrón Bitcoin) sería renunciar a la banca de reserva fraccionaria, a un dinero débil y a un Estado fuerte. Y, viceversa, el coste de la banca de reserva fraccionaria y del dinero débil sería renunciar a la banca de reserva cien por cien, al dinero fuerte y a un Estado débil. En el primer caso, estaríamos renunciando al inflacionismo, a los ciclos de auge y caída recurrentes y a Estados cada vez más autoritarios, algo que muchos libertarios/anarcocapitalistas estamos dispuestos a asumir (e incluso festejar). En el segundo caso, estaríamos renunciando a debilitar al Estado y a la estabilidad y al progreso que se alcanza de manera sostenible mediante la banca de reserva cien por cien y el dinero fuerte. Muchos libertarios/anarcocapitalistas no estamos dispuestos a aceptar estas renuncias y, por ese motivo, unos luchan por una vuelta al patrón oro y otros trabajamos en favor de Bitcoin.
En definitiva, la banca de reserva cien por cien y el dinero fuerte son fácilmente asumibles (con todos sus costes de oportunidad). Sin embargo, la banca de reserva fraccionaria, el dinero débil y los Estados cada vez más autoritarios (véanse las CBDC´s) no son asumibles en absoluto, de hecho, estas circunstancias son los ingredientes perfectos para cocinar una pesadilla distópica.
Se podrá objetar que estábamos debatiendo acerca de una banca libre (y, por lo tanto, una banca ajena al Estado), pero la banca libre de reserva fraccionaria conduce inexorablemente hacia la implantación de un banco central y este es el medio que más poder otorga y que más refuerza al Estado (ya sea un Estado nacional o un hipotético Estado mundial).
Recurriré una vez más a Bitcoin para tratar de mostrar de la forma más clara posible la idea que he querido transmitir en este apartado sobre los costes. Si en lugar de tener en cuenta los costes de oportunidad de Bitcoin y de sus alternativas, únicamente se tuvieran en cuenta este tipo de costes a los que se refiere @RodolfoHodls, se podría dar la absurda circunstancia de que algunos bitcoiners acabaran defendiendo el PoS en lugar del PoW, o el dinero fiat en lugar del dinero fuerte. Asimismo, dado que la minería de Bitcoin emplea gran cantidad de recursos se podría dar la absurda circunstancia de que algunos bitcoiners acabaran situándose al lado de políticos, ecologistas y shitcoiners, gritando al unísono que ese despilfarro es intolerable y exigiendo, los más liberticidas, que se prohíba la minería y se impongan sistemas más eficientes, sostenibles y bla, bla, bla. La única manera de no caer en estos errores es siendo plenamente conscientes de los costes de oportunidad de Bitcoin, es decir, siendo conscientes de aquellas alternativas a las que actualmente se renuncia cuando se adopta Bitcoin y a las que se también se renunciaría una vez que se convirtiera en dinero (medio de intercambio común y generalmente aceptado). En el caso actual de Bitcoin, podemos decir de forma genérica que se renuncia a una propiedad precaria y vulnerable a cambio de una propiedad absoluta; y que se renuncia a la dependencia a cambio de un mayor grado de soberanía y libertad (todo esto se plasma de múltiples maneras, en diferentes casos de uso). Y con su implantación como dinero se renunciaría al dinero barato (principal arma del poder político), y se conseguiría un dinero fuerte (a prueba de parásitos y de políticos, valga la redundancia). En definitiva, una vez que somos conscientes de los costes de oportunidad de Bitcoin, llegaremos a la conclusión de que el sistema Bitcoin no es costoso en absoluto.
 
PARTE 5:
Sobre las supuestas mejoras que aporta la banca de reserva fraccionaria
El debate entre la banca de reserva fraccionaria y la banca de reserva cien por cien no es una cuestión del modo en que los bancos gestionan sus recursos (asunto en el que @RodolfoHodls centra todos sus esfuerzos). Lo que se discute (aparte de las consideraciones éticas y legales) es si la banca de reserva fraccionaria provoca ciclos económicos debido a la emisión de medios fiduciarios vía expansión crediticia.
Se ha llegado gradualmente a reconocer como principio fundamental de política monetaria que hay que evitar la intervención en la medida de lo posible. Los medios fiduciarios apenas difieren en su naturaleza del dinero; su oferta afecta al mercado de la misma manera que la oferta de dinero propiamente dicho; las variaciones en su cantidad influyen sobre el valor de cambio objetivo del dinero exactamente igual que las variaciones en la cantidad de dinero. (Mises, La Teoría del Dinero y del Crédito, pp. 377-378)
Durante el siglo XX, los economistas de la Escuela Austriaca apoyaron de forma prácticamente unánime la teoría monetaria de Mises, así como también su defensa de la banca libre sin bancos centrales y del dinero fuerte. En ese sentido, la tradición austriaca es plenamente miseana. A partir de los años 80, en el seno de la escuela se desarrolló un gran debate entre los defensores de la línea tradicional y una minoría de economistas que, aun considerándose miseanos, defendía la emisión de medios fiduciarios y el sistema bancario de reserva fraccionaria. Más de cuarenta años después, el debate continúa, así como el rechazo de tales pretensiones dentro de la escuela. Esto no es nada extraño toda vez que las tesis planteadas son completamente contrarias al espíritu que guió a la escuela desde sus orígenes. El fin perseguido por los economistas austriacos siempre ha sido un crecimiento económico que evite los ciclos de auge y caída de naturaleza monetaria. Y los medios que han sido rechazados una y otra vez por estos economistas son los medios fiduciarios y la banca con reserva fraccionaria. No en vano, las teorías austriacas del capital y de los ciclos económicos (tanto de Mises como de Hayek) muestran claramente que tales medios son contraproducentes.
…la consecuencia inmediata de un ajuste de la oferta de crédito bancario a las “exigencias” de la industria es la de impedir el “freno” que el tipo de interés establece con prontitud en una economía donde no existe esa clase de crédito. Esto significa que las nuevas inversiones emprendidas al calor del auge del crédito bancario lo son a una escala mayor de la que resulta posible mantener y completar. El “auge” de los negocios es posible y está a nuestro alcance gracias a la enorme elasticidad del crédito bancario pero, inevitablemente y de manera recurrente, acaba en una crisis. (Hayek, Ciclos Económicos, parte I, p. 215)
La expansión crediticia del sistema bancario con reserva fraccionaria va unida a un tipo de interés más bajo que el tipo de interés natural y ello afecta a la coordinación que es consustancial al mercado libre. El mercado comienza a coordinarse bajo unos supuestos falsos. “Un interés artificialmente bajo estimula patrones de inversión incompatibles con el nivel de ahorro real de la economía y los planes de consumo de los perceptores de rentas” (Alonso-Neira, “Concepto y campo del análisis macroeconómico”, p. 56), lo que conduce inevitablemente a errores de inversión masivos y, en consecuencia, a distorsiones en la estructura de capital de la economía. Esto conllevará a su vez que, tras el auge artificial, llegue irremediablemente un proceso de ajuste de la economía mediante el que se alinea la estructura de capital con la verdadera preferencia temporal de los agentes económicos.
En 1929, Hayek pensaba que los banqueros debían “ponderar cuidadosamente las ventajas y desventajas de otorgar créditos a escala creciente” y controlar la expansión del crédito. No obstante, creía que lo máximo a lo que se podía aspirar de esa forma era “a mitigar las fluctuaciones cíclicas” (pp. 222-23). Por ese motivo, se inclinaba hacia el patrón oro, aunque por momentos de forma un tanto dubitativa. Finalmente, en 1976 defendió una banca libre que emitiera dinero en competencia. Pensaba que este tipo de sistema conduciría por sí solo hacia una banca con coeficiente de reserva del cien por cien. Según el economista austriaco, en un mercado carente de intervencionismo estatal los usuarios provocarían en última instancia la desaparición de aquellos bancos que emitieran dinero sin cobertura. Su opinión al respecto era rotunda, “el dinero es lo único que la competencia no abarataría, puesto que su atractivo se basa en que conserve su «carestía»”. Por lo tanto, “al final, solo quedaría dinero «sólido»”. (Hayek, La Desnacionalización del Dinero, p. 95).
Si en la primera mitad del siglo XX los referentes en la lucha contra los medios fiduciarios y la expansión crediticia fueron Mises y Hayek, en la segunda mitad del siglo el economista austriaco que más claramente se opuso a la creación de medios fiduciarios y a la práctica bancaria de la reserva fraccionaria fue Murray N. Rothbard.
… cuando el sistema de reserva fraccionaria es descubierto o está en peligro de ser descubierto, una rápida contracción crediticia lleva a una crisis económica y financiera y a una depresión. No es éste el lugar para analizar de manera detallada los ciclos económicos, pero queda claro que el proceso de creación crediticia por parte de los bancos genera destructivos ciclos de auge y depresión. (Rothbard, El caso contra el banco central, p. 47)
El aumento del ahorro en el mercado (consecuencia de una menor preferencia temporal) conduce a una caída en el tipo de interés, lo que a su vez conduce a una extensión de las estructuras de producción (se hacen viables producciones de más larga duración). Así se hizo posible la civilización y así es como progresa la sociedad. El ahorro lleva a un agricultor a poder comprarse un tractor y a multiplicar su productividad, mejorando de esa manera su calidad de vida y la de toda su familia. Por el contrario, allí donde no hay ahorro se sigue arando con el mismo sistema utilizado dos mil años atrás.
¿Qué ocurre, sin embargo, cuando el aumento de inversión no se debe a una modificación de la preferencia temporal y del ahorro, sino a la expansión crediticia efectuada por los bancos? ¿Acaso se trata de una fórmula mágica para expandir la estructura de capital sin coste alguno y sin reducir el consumo? (Rothbard, El hombre, la economía y el estado (vol. II), p. 513)
Lo cierto es que la expansión crediticia va unida a una caída en el tipo de interés (lo mismo que sucede en la sociedad cuando se produce un aumento del ahorro fruto de una disminución de la preferencia temporal). Esta coincidencia da lugar a errores de inversión. Los empresarios se lanzan a invertir en proyectos que primero no eran rentables y que en apariencia pasan a ser rentables. De esta manera, las empresas son inducidas a error, centrando sus esfuerzos en proyectos que los consumidores no están dispuestos a respaldar (puesto que en realidad no han ahorrado). Nótese que no es el proceso de mercado el que induce el error, sino la adulteración de las relaciones que se dan en el mercado mediante la rebaja artificial de los tipos de interés. En esas condiciones, los empresarios difícilmente pueden hacer una buena estimación de las estructuras de producción más idóneas y provechosas. Tras la fase de auge artificial, tarde o temprano llega el descubrimiento de los errores cometidos. Y la soberanía de los consumidores pone las cosas en el sitio que le corresponden. Como consecuencia de esto, se retiran las inversiones para las que no había suficiente ahorro (las etapas más alejadas del consumo). El hecho de que no existiera el ahorro suficiente se pone de manifiesto en cuanto los tipos de interés vuelven a su estado natural, sin rebajas artificiales (i. e., en consonancia con las preferencias temporales).
… este proceso -por medio del cual el mercado vuelve a la tasa de interés de su preferencia y elimina la distorsión causada por la expansión crediticia- ¡es el ciclo económico! (Rothbard, El hombre, la economía y el estado (vol. II), p. 517)
Todo esto que se ha descrito someramente son las “mejoras” que, en opinión de los principales economistas austriacos, aporta la banca de reserva fraccionaria. Así que, mi consejo es que antes de que cualquier interesado en la teoría monetaria y el dinero (me preocupan especialmente los bitcoiners) se lance a estudiar el modo en que los bancos gestionan “tan maravillosamente” sus recursos, y se pierda en tecnicismos bancarios o en ingeniería financiera, debería plantearse cuál es su objetivo al hacerlo, no sea que luego los árboles no le permitan ver el bosque. Lo cierto es que una mejor gestión o una mayor eficiencia por parte de la banca no cambia el planteamiento global de la situación, es decir, no afecta al hecho fundamental de que la emisión de medios fiduciarios (sustitutos monetarios sin respaldo) llevada a cabo por la banca de reserva fraccionaria a través de la expansión crediticia provoca ciclos económicos.
P.D.: Acabaré este comentario con una última referencia a Bitcoin. A pesar de todas las “maravillas” de la banca con reserva fraccionaria, yo no veo que los bitcoiners vayan corriendo a depositar sus bitcoins a los exchanges (¿bancos de reserva fraccionaria?). Los más informados, ni siquiera lo hacían antes de que el Estado exigiera a los exchanges políticas de KYC (o sea que ese no es el motivo, al menos no el único motivo). Todavía menos bitcoiners irían a depositar sus bitcoins a los exchanges, si pensaran que la propiedad legítima de sus bitcoins se transfiere a los bancos y que a partir de ese momento ellos solo tendrían un “préstamo a la vista”. Y, lo harían muchos menos aún, si pensaran que hay una cláusula de opción en el contrato con el exchange (del tipo establecido por Selgin) que permitiera suspender la recuperación de sus bitcoins cuando les viniera en gana a los bancos.