¿Bitcoin no puede ser dinero?

@satoshihead mi opinión sobre lo de las burbujas:
Respecto a lo de la burbuja, estoy de acuerdo contigo en que “sin dinero nuevo en forma de crédito no podría inflarse mucho la burbuja”. De hecho, mi opinión es aún más radical, sin medios fiduciarios que alteren artificialmente la oferta monetaria no existen las burbujas. Me explico:
En los intercambios que tienen lugar en el mercado, hay dos hechos que son fundamentales, por un lado, los intercambios son siempre voluntarios y, por otro, los intercambios solo tienen lugar cuando se consideran ventajosos por todas las partes. En esas condiciones de plena libertad, el precio de un bien nunca puede ser considerado “demasiado alto” o “una burbuja”.
Pensemos en la infinidad de veces que se ha definido a Bitcoin como una burbuja. Afirmar que el precio de Bitcoin es una burbuja implica atribuirse la capacidad de juzgar objetivamente su precio. Y ello no es posible. Tal cosa sería caer en una fatal arrogancia. En cada momento, el precio de Bitcoin es el que es. El precio es el efecto que resulta de todos los condicionantes que influyen en el intercambio de un bien en determinadas circunstancias de tiempo y lugar (oferta, demanda y valoraciones subjetivas). Si particularmente el precio nos parece demasiado alto, podemos abstenernos de comprar o aprovechar para vender y, si nos parece demasiado bajo, a la inversa. No hay mayor misterio.
Únicamente la introducción ilegítima de medios fiduciarios en el mercado puede crear “burbujas” artificiales (ajenas al mercado).
@satoshihead mi opinión sobre lo de la oferta de dinero fija, las acciones, los saldos de liquidez, el dinero nuevo en forma de crédito...
[me voy a extender un poco]
Como bien dices, las compras de acciones serían saldos de liquidez en manos de los vendedores. ¡Dinerito fresco! Aunque, por supuesto, no se puede saber el motivo de la venta (el motivo de la demanda de dinero). Es decir, no se puede saber para qué usarán los vendedores de acciones ese dinero. Lo mismo puede ser para incrementar el consumo, que para aumentar los saldos de tesorería debido a un incremento de la incertidumbre. En el primer caso, los precios de los bienes tenderían a incrementarse (el poder adquisitivo del dinero bajaría). En el segundo caso, los precios de los bienes tenderían a reducirse (el poder adquisitivo del dinero subiría).
Uno de los errores de los defensores de la banca libre con reserva fraccionaria es que solo tienen en cuenta la demanda de reserva de dinero. Supuestamente, solo la demanda de reserva causaría desequilibrios monetarios. Su teoría no contempla los efectos de la demanda de intercambio (porque consideran que cuando se cierra un intercambio de dinero se da siempre un incremento de la demanda de dinero coincidente con un incremento de la oferta de dinero y que, por lo tanto, esa demanda y esa oferta se cancelarían mutuamente). Sin embargo, el precio de todos los bienes (y el dinero no es una excepción) está determinado por la demanda total en relación a la oferta (relación monetaria). Es decir, la demanda de reserva de dinero y la demanda de intercambio forman parte inextricable del proceso de formación de su precio.
Como todo está comunicado mediante el dinero, sucede que si cambia la demanda de dinero, cambia también la demanda del resto de los bienes. No obstante, la demanda de cada bien varía de una forma particularizada, no varía uniformemente en todos los bienes. Esto se debe a que los cambios en la demanda de dinero no son más que cambios en la utilidad marginal apreciada en el dinero. Estos cambios de apreciación hacen que el dinero suba o baje peldaños en las escalas de valor individuales (las escalas de valor son un pre-requisito de la acción humana y en ellas se encuentran todos los tipos de bienes).
Nótese que estamos hablando de la utilidad marginal, es decir, no se considera el dinero en su conjunto, sino una cantidad de dinero relevante para la acción. Si tenemos 2000 dólares y, en un momento dado, apreciamos más el hecho de poseer un diamante que el hecho de poseer esa cantidad de dinero, entonces la demanda de dinero cae y aumenta la demanda de diamantes. Si repentinamente la demanda de diamantes en el mercado fuera mucho mayor que su oferta, habría un desequilibrio. Sin embargo, las parejas marginales relevantes para la formación del precio no tardarían en actuar y el precio de los diamantes subiría. Tras acomodarse la oferta y la demanda, ese precio alcanzaría un equilibrio momentáneo o de mercado.
Como hemos dicho, la demanda de cada bien varía de una forma particularizada. Por ejemplo, el incremento del precio de los diamantes (caída del precio del dinero en términos de diamantes) es compatible con un incremento del poder adquisitivo del dinero. Puede bajar el precio del dinero en términos de diamantes y suceder lo contrario contra otros muchos bienes, de tal forma que en conjunto el dinero gane poder adquisitivo. Esto nos permite ver que el poder adquisitivo del dinero procede de su relación separada con todos y cada uno de los bienes existentes.
Así mismo, las variaciones en la demanda de dinero tienen cierta influencia en la demanda y los precios de los bienes (cuando la demanda de dinero cae, los precios de los bienes tienden a subir y cuando la demanda de dinero aumenta, los precios tienden a bajar). Pero insisto en que estas variaciones de la demanda de dinero no afectan mecánicamente a todos los bienes por igual. Inevitablemente, hay diferencias originadas en la subjetividad de las escalas de valor y en la utilidad marginal apreciada en los distintos bienes.
Por lo tanto, los cambios en la demanda de dinero provocan cambios en la demanda de los bienes. Y ello provoca, a su vez, que los empresarios modifiquen sus procesos de producción. Consecuentemente, se producen cambios en la demanda relativa de los factores de producción. Ello da lugar a cambios en la oferta relativa de los bienes de producción y a que muchos de los factores originales y factores ya producidos se reasignen. Todo ello provoca efectos encadenados. Los consiguientes cambios en la producción provocan cambios en la oferta de los factores producidos en fases posteriores y, también, cambios en la oferta de bienes de consumo. Nótese que todos estos acontecimientos se producen merced a cambios voluntarios en la demanda de dinero (ya sean con o sin cambios en la preferencia temporal), por lo tanto, son acontecimientos propios de los mercados (i. e., endógenos).
Ciertamente, los ajustes del mercado que siguen a las variaciones de la demanda de dinero (los acontecimientos endógenos) alteran los equilibrios momentáneos o de mercado. Pero esto es algo natural. Toda novedad implica cambios en el mercado de bienes, del que el dinero forma parte como un elemento fundamental. Por lo tanto, cada novedad implica cambios en la relación monetaria como parte del continuo establecimiento de nuevos equilibrios momentáneos o de mercado.
Algunos teóricos no reconocen estos equilibrios monetarios de corto plazo, consideran que el equilibrio monetario es un proceso de largo plazo. Esta idea errónea se debe a que solo tienen en cuenta la demanda de reserva de dinero (no tienen en cuenta la demanda de intercambio). Y, por lo tanto, no son capaces de ver los continuos equilibrios momentáneos que realmente se dan en los mercados. Consideran que el proceso de equilibrio no termina hasta que los acontecimientos endógenos citados más arriba se han desarrollado por completo. Es decir, apuntan hacia un equilibrio final. Pero, a diferencia de los equilibrios momentáneos o de mercado, este equilibrio final no existe ni puede existir porque en la realidad nada permanece estático (valoraciones de los consumidores, tecnología, recursos naturales…) El mundo real es dinámico. Los datos exógenos que manejan los empresarios los lleva a modificar constantemente sus procesos de producción. Lo cierto es que la progresión hacia ese hipotético e inalcanzable equilibrio final consiste en una extensísima secuencia de equilibrios momentáneos reales en el ámbito monetario y del mercado de bienes (ámbitos inseparables).
En definitiva, las variaciones de la demanda de dinero no son preocupantes. Reflejan cambios en las preferencias de los consumidores (cambios en sus escalas de valores). Es cierto que estas variaciones de la demanda de dinero provocarán cambios en la producción. Y que estos cambios incluirán errores empresariales. Pero estos errores nunca serán generalizados. Las variaciones de la demanda de dinero fruto de las preferencias de los consumidores no conducen a fallos sistémicos. Los errores puntuales se autocorrigen y los mercados se equilibran endógenamente (sin necesidad de intervencionismos exógenos como la emisión de medios fiduciarios). La coordinación vía precios es la clave.
Supongamos el caso de un aumento de la demanda de tenencia de dinero. En un sentido popular aquellos que atesoran dinero consideran ese dinero como sus ahorros. Sin embargo, ahorrar es postergar consumo presente a cambio de consumo futuro. Y esto no sucede en todos los casos en que se atesora dinero. Es posible atesorar dinero sin ahorrar. Por ejemplo, se puede atesorar dinero vendiendo acciones (que era como comenzábamos este comentario). En tal caso, no habría ahorro.
El ahorro capitalista se dedica a la inversión e implica necesariamente, una restricción del consumo presente y una caída en la preferencia temporal. Sin embargo, el dinero ahorrado no siempre se dedica a la inversión. En ocasiones es atesorado con el único objetivo de tenerlo disponible cuando se necesite. El beneficio que se obtiene es la utilidad de tener los fondos disponibles, renunciándose al beneficio que se podría obtener prestándolo o invirtiéndolo. La renuncia a este beneficio sería el coste de oportunidad del atesoramiento de dinero.
Algunas corrientes económicas consideran que “ahorrar” es simplemente acumular dinero en una cuenta a la vista o en efectivo. Esta idea del ahorro no implica una restricción del consumo o una caída en la preferencia temporal, en consecuencia, es inconsistente. Y el gran problema de estas corrientes económicas es que, aunque se refieren al ahorro en este sentido inconsistente, al mismo tiempo le atribuyen todas las implicaciones del ahorro capitalista. No es aceptable equiparar el aumento de la demanda de tenencia de dinero con el aumento del ahorro. El aumento de la demanda de tenencia de dinero no implica un exceso de ahorro y, por lo tanto, no es admisible justificar la expansión del crédito (creación de nuevos medios fiduciarios) con base en ese ahorro inexistente. Dicha expansión conduciría, inevitablemente, a un auge insostenible.
Según la Teoría Austriaca del Ciclo Económico (TACE), la expansión crediticia hace que el tipo de interés del mercado caiga por debajo del tipo de interés natural y ello provoca la descoordinación intertemporal y los ciclos económicos. El tipo de interés natural depende de la preferencia temporal de los individuos. Teóricamente, este interés sería el beneficio puro que se obtiene al intercambiar bienes presentes por bienes futuros (el precio del tiempo). Evidentemente, en el mundo real reina la incertidumbre y los diferenciales de precios incluyen primas adicionales (e. g., por riesgo o por posibles cambios en el poder adquisitivo del dinero). No obstante, el tipo de interés natural subyace a todos los tipos de interés y rendimientos que se dan en el mercado general del tiempo (incluido el mercado de fondos prestables). El tipo de interés natural se determina por la oferta y la demanda de dinero presente (por dinero futuro) a lo largo y ancho de toda la estructura de producción (los inversores capitalistas son los proveedores de dinero presente, mientras que los propietarios de los factores de producción, en todas las etapas, son los demandantes).
Algunos teóricos monetarios consideran que el mero aumento de la demanda de tenencia de dinero en un sistema de banca de reserva cien por cien produce los mismos efectos sobre los tipos de interés y, en consecuencia, también causa ciclos económicos. Esta idea es insostenible. Cuando aumenta la demanda de tenencia de dinero, hay una disminución de la demanda de otros bienes. Sin embargo, esto no implica que la demanda de bienes de consumo se reduzca más que la demanda de bienes de producción. La reducción del consumo y la inversión puede evolucionar a la par. En otras palabras, del aumento de la demanda de tenencia de dinero no se pueden deducir cambios en la preferencia temporal que afecten al ahorro y a la inversión. Como decía Rothbard, no hay conexión causal entre la demanda de tenencia de dinero y los tipos de interés. La primera está determinada por las valoraciones del dinero, y los segundos por la preferencia temporal.
Buena parte de los errores de interpretación de este asunto radican en que el tipo de interés del mercado de fondos prestables se considera independiente de la estructura temporal, definiéndose en términos de equilibrio monetario, en lugar de definirse en términos de preferencia temporal. Esto no tiene el más mínimo sentido. El mercado de fondos prestables forma parte de un mercado más amplio que es el mercado general del tiempo y, en este mercado, la referencia subyacente es siempre el tipo de interés natural (resultado de la preferencia temporal). La oferta y la demanda de dinero presente (por dinero futuro) determinan el tipo de interés natural, y el mercado de fondos prestables forma parte de ese proceso.
En una economía de libre mercado, el sistema de precios guía a los empresarios hacia el éxito, les ayuda a lograr el objetivo de satisfacer de la mejor manera posible las demandas de los consumidores y esto conduce al éxito empresarial. Pero las demandas cambian constantemente, así que los empresarios deben adaptarse a los cambios. Este proceso de adaptación es facilitado enormemente por los precios debido a que los precios también cambian constantemente siguiendo las preferencias de los consumidores. El sistema de precios hace posible que los recursos se asignen de una manera eficiente y en correspondencia con las valoraciones de los consumidores. Por lo tanto, los cambios en los precios de los bienes son señales valiosísimas para los empresarios. Dichos cambios no deben ser vistos como inconvenientes, sino como mensajes del mercado. Los precios hacen posible la coordinación del mercado. Y, como hemos visto, las variaciones en la demanda de reserva de dinero son una parte fundamental del proceso de formación de los precios. Por consiguiente, tales variaciones no pueden ser consideradas en ningún caso como interferencias descoordinadoras del mercado cuyas consecuencias deben ser corregidas. Las variaciones en la demanda de reserva de dinero son simplemente el resultado de los cambios acaecidos en las escalas de valor de los individuos. En pocas palabras, la utilidad marginal del dinero cambia de posición en el orden de las preferencias de los individuos y estos cambios se producen en el ejercicio de su libertad intrínseca.
A contrario sensu, si consideramos que los cambios particulares en la demanda de reserva de dinero son interferencias cuyos efectos deben ser corregidos, estaríamos sosteniendo (tal vez inconscientemente) que los criterios de los individuos no forman parte del proceso coordinador del mercado. Y esto, en última instancia, nos estaría convirtiendo en valedores del socialismo (ese sistema de coacción o agresión institucional contra el libre ejercicio de la empresarialidad del ser humano). Pero, sin necesidad de llegar a estos extremos, hay que decir que cualquier tipo de intervencionismo monetario (por leve que sea), produce descoordinación en el mercado.
A diferencia de lo que sucede con las legítimas variaciones particulares de la demanda de reserva de dinero, la creación de nuevo dinero de la nada es una interferencia descoordinadora de los procesos productivos que se desarrollan en el mercado. Esta interferencia es ilegítima, entre otros motivos, porque se provocan cambios en los precios relativos de los bienes sin que estos cambios estén causados por variaciones en las escalas de valor de los individuos. Otra interferencia descoordinadora del mercado es la inyección de medios fiduciarios. Esta interferencia es ilegítima, entre otros motivos, porque se provocan cambios en los tipos de interés sin que estos cambios estén causados por variaciones en la preferencia temporal de los individuos, lo que da lugar a descoordinación intertemporal en las estructuras de producción y a ciclos económicos de auge y caída. En ningún caso se puede justificar este tipo de intervención alegando la supuesta escasez o el supuesto exceso de oferta monetaria, puesto que los hechos demuestran que, a pesar de los cambios en la oferta y la demanda de bienes, los mercados se vacían igualmente, estableciéndose continuamente equilibrios momentáneos.
Los equilibrios momentáneos del mercado implican que los precios se van ajustando continuamente a los cambios acaecidos. Las nuevas preferencias de los consumidores pueden hacer que algunos productos desaparezcan del mercado y que surjan otros. Pero, en líneas generales, si no hay cambios en la preferencia temporal, la oferta total de bienes se mantiene más o menos constante. A cada cambio en la producción de un bien, corresponde una alteración en la demanda de intercambio de dinero y, por lo tanto, en cada uno de los equilibrios momentáneos se mantiene el equilibrio de la relación monetaria. Aquellos que consideran el equilibrio monetario como el hipotético final de un proceso de largo plazo, no son capaces de ver los continuos equilibrios momentáneos que realmente se dan en los mercados gracias a la demanda de intercambio de dinero.