Sobre la banca de reserva fraccionaria

La banca libre tal y como la plantearon en sus inicios White y Selgin era un sistema bancario basado en dinero metálico (oro o plata) en el que cualquiera podía abrir un banco. Este banco sólo estaría sujeto a la prueba del mercado. Por lo tanto, no existiría un banco central prestamista de última instancia, ni un seguro de depósitos forzado por el gobierno, ni leyes de curso legal... En definitiva, no existiría intervencionismo político. La única regulación que se admite es la dirigida a aplicar los derechos de propiedad y a exigir el cumplimiento de los contratos. En estas circunstancias, se da por hecho que existirían tanto bancos de reserva cien por cien como bancos de reserva fraccionaria (siempre que estos últimos fueran legales). Los bancos de reserva fraccionaria estarían obligados a redimir a la vista y en especie los pagarés (IOU´s) que hubieran emitido a sus clientes. Evidentemente, los bancos de reserva fraccionaria no tendrían efectivo suficiente para redimir todas sus obligaciones (ni de forma individual ni el sistema en su conjunto), una circunstancia que, en opinión de White y Selgin, no resultaría problemática. Sin embargo, los contrarios a la banca con reserva fraccionaria no pensamos lo mismo. Cuando hay corridas bancarias (algo que ha sido habitual a lo largo de la historia), los bancos quiebran y el sistema bancario se contrae o implosiona. En cualquiera de los casos, esto provoca problemas de coordinación social y causa graves daños a la sociedad en su conjunto.
En el sistema intervencionista actual, los bancos de reserva fraccionaria disponen de una serie de medios para hacer frente al riesgo de corridas bancarias. Por ejemplo, a través de los fondos de garantía de depósitos o de la intervención del banco central en el momento en que un banco de reserva fraccionaria no pueda cumplir con sus obligaciones. Quede claro que esto no es una defensa del sistema intervencionista, este sistema causa gravísimos perjuicios, pero no vienen al caso ahora.
Un sistema de banca libre como el propuesto por White y Selgin, no tendría a su disposición los medios que en el sistema intervencionista logran evitar las corridas bancarias (permitiendo a los bancos disfrutar de las ganancias y socializar las pérdidas). Por ejemplo, en un mercado libre los pagarés con reserva fraccionaria no podrían estar asegurados. Por su propia naturaleza, los seguros no podrían cubrir el tipo de riesgo involucrado en las corridas bancarias (si las pérdidas potenciales de un evento afectan a todos los miembros de la clase de riesgo, el riesgo no es asegurable). Tampoco existiría el banco central, siempre dispuesto a imprimir dinero y rescatar a los bancos a costa del resto de los mortales. No existiría un prestamista de última instancia, ni tampoco una empresa o conjunto de empresas con la capacidad necesaria para poder rescatar al sistema bancario. En definitiva, en un sistema de banca libre con reserva fraccionaria las corridas bancarias serían habituales.
Así las cosas, ¿cuáles serían las vicisitudes que atravesaría un banco de reserva fraccionaria en un sistema de libre mercado? Veámoslo a través de un ejemplo:
Supongamos que en una economía de libre mercado (no intervencionista, sin bancos centrales) se abre un banco de reserva fraccionaria mientras, en paralelo, existen bancos de reserva cien por cien. Para atraer clientes, el banco de reserva fraccionaria anuncia que: mantiene una reserva del 99 por cien contra depósitos a la vista (a efectos prácticos se puede entender que sus depósitos son tan seguros como los de los bancos con reserva cien por cien). Además, sus servicios son menos costosos que los de los bancos de reserva cien por cien, porque presta el 1 por ciento de sus depósitos y utiliza los intereses correspondientes para reducir los precios de sus servicios. De esa manera, el banco atrae clientes y obtiene ganancias. Este éxito atraería imitadores (ya sean nuevos bancos o bancos de reserva cien por cien que se convierten). En cualquier caso, todavía existirían bancos de reserva cien por cien.
Ahora bien, ¿qué es lo que sucede cuando se liquidan las obligaciones entre bancos (mediante las cámaras de compensación)? En ese caso, las reservas de los bancos de reserva fraccionaria necesariamente se dirigen hacia los bancos de reserva cien por cien. Por lo tanto, cuanto más exitosos sean los bancos de reserva fraccionaria a la hora de atraer clientes, antes agotarán sus reservas en el proceso de compensación interbancaria. Ante la progresiva reducción de reservas, los bancos de reserva fraccionaria se enfrentan a un dilema: tienen que elegir entre reducir sus pasivos a la vista para poder mantener el coeficiente de reserva del 99 por cien o rebajar ese coeficiente de reserva para poder mantener sus pasivos a la vista. Si hacen lo primero, terminarían sin pasivos a la vista (es decir, dejarían de ser bancos de reserva fraccionaria) y, si hacen lo segundo, sufrirían corridas bancarias que los dejaría fuera del negocio.
Un comentario basado en Barnett II y Block, 2005: “In Defense of Fiduciary Media -A Comment; or, What's Wrong with 'Clown' or Play Money?”, Quarterly Journal of Austrian Economics (vol. 8, No. 2, pp.55-69).