¿Bitcoin como mero depósito de valor? Una reflexión

¿Bitcoin como mero depósito de valor? Una reflexión (Joel Serrano):
Hay quienes consideran que el destino fundamental de Bitcoin es funcionar como depósito de valor y competir con los vehículos tradicionales de ahorro, en ningún caso funcionar como dinero. Al mismo tiempo, piensan que Bitcoin será una especie de agujero negro supermasivo que atraerá irremediablemente la riqueza del mundo. No se dan cuenta de que si Bitcoin estuviera destinado a ser el gran depósito de valor de la riqueza del mundo (como muchos pensamos), eso solo sería posible siendo simultáneamente el bien más líquido y comercializable del mundo. Y el bien más líquido y comercializable del mundo es el dinero. El dinero es el único bien que se mantiene a completa disposición de su propietario en todo momento. Y, precisamente por ello, es el depósito de valor más idóneo.
Esto puede resultar un poco contraintuitivo en la actualidad, puesto que el dinero fiat es funcional como medio de intercambio pero no como depósito de valor. Sin embargo, hay que decir que el dinero fiat es una involución histórica del dinero. La verdadera evolución del dinero lo llevó desde bienes que no eran viables como depósito de valor a largo plazo (el cacao, el trigo, el ganado…) hasta el oro, capaz de soportar perfectamente el paso del tiempo manteniendo su valor. El oro cumplió a la perfección su papel como dinero y como depósito de valor durante miles de años. No obstante, el oro tenía flaquezas insoslayables que lo llevaron a sucumbir finalmente ante el poder de los Estados (ante sus urgencias cortoplacistas y sus impulsos liberticidas). Ello nos dejó como herencia el dinero fiat. Un dinero que no fue elegido evolutivamente por el mercado, sino que fue impuesto desde arriba y sostenido bajo coacción. Mientras tanto, el dinero que había prevalecido y cuyo uso se había generalizado en todo el mundo quedó secuestrado en los sótanos de los bancos centrales.
En los últimos tiempos, se oye hablar de una vuelta al patrón oro. El motivo es la pura debilidad del dinero fiat. Ciertamente, el abandono del patrón oro no es un proceso irreversible (el retorno es posible). Sin embargo, esa reversión tal vez ya no sea deseable. Por dos motivos: el primero, porque tanto las flaquezas insoslayables del oro como la espada de Damocles del Estado seguirían presentes. Y, el segundo, porque ahora disponemos de un bien, Bitcoin, que tiene el potencial suficiente para convertir al oro en una gloriosa reliquia de la historia y para mostrar al mundo que el dinero fiat no es más que una pesadilla que hay que olvidar cuanto antes.
El oro ha sido el último dinero usado al mismo tiempo como medio de intercambio y como depósito de valor. Y no hay nada mejor que se pueda decir de un dinero. Porque el hecho de ser usado como reserva de valor es una prueba de su integridad. Bitcoin posibilita que el dinero sea usado nuevamente como medio de intercambio y como reserva de valor. Por ello, Bitcoin es potencialmente el heredero del oro. Supone la reanudación del proceso evolutivo del dinero tras la involución del dinero fiat. Características tales como su descentralización, escasez, infalsificabilidad, inmutabilidad de la política monetaria, irreversibilidad de las transacciones, incensurabilidad, estabilidad estructural, credibilidad y su condición de propiedad pura inembargable pueden hacer que Bitcoin se convierta en un dinero fuerte y, por lo tanto, que no solo sea usado como medio de intercambio de manera generalizada, sino que al mismo tiempo sea usado como depósito de valor (tal y como sucedía con el oro antes de que su uso fuera expropiado en favor del dinero fiat). Esto quiere decir que, a diferencia de lo que sucede actualmente, en el futuro no solo aparcarán su riqueza en Bitcoin los más informados (los bitcoiners) y las élites económicas. Cualquier persona, por humilde que sea, depositará sus ahorros en Bitcoin sin miedo a la devaluación y sin verse obligada a invertir (y arriesgar) esos ahorros por la mera necesidad de hacer algo para evitar que se diluyan.
En la actualidad se da otro fenómeno que discurre en paralelo al uso que, en mayor o menor medida, ya se está haciendo de Bitcoin como medio de intercambio y como depósito de valor. Y es que Bitcoin en los últimos años ha resultado una muy buena inversión. El precio de Bitcoin se ha incrementado  de una forma impresionante (en feb. de 2016 rondaba los 400 euros y en feb. de 2024 los 50000, lo que significa una revalorización del 12500%). Este hecho es meramente circunstancial y se debe al descubrimiento, demanda y adopción crecientes de Bitcoin. Sin embargo, es importante señalar que semejante revalorización no ha pasado desapercibida y que, además, esta circunstancia se podría prolongar durante décadas. El incentivo de las ganancias es un polo de atracción extraordinario, que contribuirá en buena medida a la adopción de Bitcoin y, dado que el incremento de la adopción revaloriza su precio, nos encontramos ante un círculo virtuoso que se retroalimenta y que genera un efecto multiplicador. Presumiblemente, este círculo virtuoso contribuirá a acelerar el proceso de conversión de Bitcoin en dinero (i. e., en medio de intercambio común y generalmente aceptado).
En contra de esta idea, hay algunos bitcoiners (a los que voy a llamar reduccionistas) que en los últimos tiempos se han convencido de que Bitcoin no puede llegar a ser dinero. A partir de esa convicción, encuentran señales favorables a su tesis en cualquier esquina. Hace unos días, se lanzaban en tromba a retuitear un mensaje que venía a decir algo así como: si en estos momentos Bitcoin no es utilizado como dinero en Líbano o en Argentina, ello es señal inequívoca de que nunca será dinero. Nótese el sesgo de confirmación. En opinión de estos reduccionistas, el principal papel reservado para Bitcoin es el de servir como depósito de valor (nunca como dinero). Siendo así, no se entiende su optimismo, puesto que el uso de Bitcoin como depósito de valor únicamente soluciona una ínfima parte de los problemas que está llamado a solucionar y que son los que en realidad nos trajeron hasta aquí. A diferencia de ellos, yo considero que el papel fundamental de Bitcoin será el de servir como dinero (como la base del sistema monetario mundial) y, en mi opinión, buena parte de su empleo como depósito de valor será debido a ese papel (y a la liquidez que conlleva).
Hasta cierto punto esto ya sucede en la actualidad. Cuando se dice que Bitcoin está siendo utilizado como depósito de valor pero no como medio de intercambio se comete un gran error, pues al usarlo como depósito de valor se está dando por sentada su función como medio de intercambio (cuyo uso simplemente se está reservando para el futuro). De hecho, si Bitcoin no fuera un medio de intercambio, no sería utilizado como depósito de valor, porque no podría recuperarse fácilmente la riqueza depositada temporalmente en él, ni hacerlo a precios económicos. El hecho de que la mera posesión de cierta cantidad de bitcoins ofrezca seguridad frente a la incertidumbre del futuro es inseparable de su poder adquisitivo y de la comerciabilidad (liquidez) propia de su condición de medio de intercambio. Solo una vez que se confirma que Bitcoin se ha convertido ya en medio de intercambio (esto sucedió más o menos en 2013) puede comenzar a extenderse su uso como depósito de valor.
El uso de Bitcoin como depósito de valor implica, por tanto, que su utilidad como medio de intercambio es muy apreciada. Es decir, Bitcoin nos ofrece utilidad como medio de intercambio aun cuando lo mantengamos a buen recaudo en espera de que necesitemos usarlo. Ahora bien, el uso de Bitcoin como depósito de valor no es independiente de su uso en los intercambios, puesto que el grado en que se usa para los intercambios afecta a su liquidez. Un uso generalizado implicaría una gran liquidez y ello fomentaría su empleo como depósito de valor. Por el contrario, un menor grado de utilización en los intercambios lo restringiría. Esto quiere decir que si Bitcoin no llegara a convertirse en dinero probablemente solo sería utilizado como depósito de valor en el grado en que ahora son utilizados otros activos (como por ejemplo el oro o los bienes inmobiliarios). Esto no es precisamente insignificante, pero ese nunca fue el principal objetivo de Bitcoin. Las esperanzas puestas en Bitcoin son mucho más trascendentes.
Por supuesto, el uso de Bitcoin como depósito de valor es muy interesante en sí mismo y el interés que este uso ha despertado resulta ya evidente a lo largo y ancho del mundo. Sin embargo, antes de poder depositar riqueza en Bitcoin y reservarla para el futuro, es necesario tener riqueza. Y, lamentablemente, esa riqueza solo se puede conseguir bajo las condiciones impuestas por un sistema inflacionista en el que los bienes se intercambian mediante un dinero que es devaluado constantemente. Por medio de este sistema, los Estados, los bancos centrales y la banca de reserva fraccionaria nos hurtan ilegítimamente buena parte de los beneficios de la civilización y del progreso.
La gran alternativa a ese sistema corrupto e insostenible va fraguando poco a poco desde el año 2009. Bitcoin está llamado a revolucionar el mundo. Sus múltiples casos de uso se van descubriendo y extendiendo de forma paulatina pero constante. Sin embargo, es importante entender que la base de esos casos de uso es el hecho de que Bitcoin es un sistema monetario y que los bitcoins son utilizados como medio de intercambio. Ninguno de los actuales casos de uso de Bitcoin sería posible sin partir de esa realidad o darla por sentada (e. g., Bitcoin como herramienta que permite esquivar a gobiernos liberticidas; como herramienta frente al intervencionismo monetario y al robo inflacionario; como servicio bancario de acceso libre y de uso discrecional; como depósito de valor; como herramienta para la liquidación final e irreversible de transacciones transfronterizas; como herramienta para la realización de transferencias sin necesidad de recurrir a terceros de confianza, etc.)
La alternativa que ofrece Bitcoin supone un sistema esencialmente diferente al que sufrimos hoy en día. Un sistema que conllevaría un inmenso incremento de la libertad y el bienestar del ser humano. Un sistema que alinearía las acciones individuales productivas con la obtención de ganancias (y las improductivas con pérdidas). Un sistema gracias al cual las acciones individuales apreciadas como beneficiosas recibirían el reconocimiento público (y las consideradas dañinas, el repudio). Un sistema mediante el que la sociedad recibiría plenamente los beneficios propios del desarrollo tecnológico y del incremento de la productividad. En definitiva, un sistema que permitiría la continuación del progreso civilizatorio y evitaría la degeneración actual.
Pues bien, para que todo esto sea posible, en primer lugar es necesario ser conscientes de que en un sistema económico que se basa en el intercambio de bienes no hay función más importante que la de servir de medio común de cambio (Mises dixit). En ese sentido, es fundamental que Bitcoin sea utilizado ampliamente como medio de intercambio, tanto en la versión de atesorar (holdear) bitcoins para un uso futuro, como utilizándolos ya en los intercambios presentes. Por supuesto, estas dos versiones son compatibles, puesto que todo el mundo (incluso los hodlers) debe consumir necesariamente una parte de sus recursos, es ley de vida. Así que, si en lugar de consumir en dólares o euros consumimos en bitcoins fomentaremos su adopción y la llegada de los cambios revolucionarios que se han descrito.
Por otro lado, también hay que ser conscientes de que todas las instituciones sociales en general y el dinero en particular evolucionan lentamente, pudiendo hacerlo además de forma asimétrica. A nadie debe extrañar que haya periodos en que el atesoramiento de Bitcoin se incremente más que su uso como intermediario de los intercambios. De hecho, en estos tiempos de adopción temprana de Bitcoin (caracterizados por su gran revalorización) es normal que sea así. La revalorización provoca que aquellos con una baja preferencia temporal y con disponibilidad de ahorros pongan más interés en obtener bitcoins y custodiarlos adecuadamente que en aprender a gastarlos. Al mismo tiempo, aquellos con una alta preferencia temporal (que son más proclives al consumo y carecen de ahorros) no encuentran ningún beneficio en el uso de Bitcoin. Se dan cuenta de que tienen que dedicarle un tiempo de aprendizaje que no están dispuestos a sacrificar y, además, tienen a su disposición formas más sencillas de gastar su dinero.
En definitiva, lo que quiero decir es que los bitcoiners no deberíamos ponernos nerviosos por estas circunstancias. Y, mucho menos, dejar que la impaciencia nos lleve a sacar conclusiones apresuradas. Los procesos sociales son necesariamente lentos y las prisas son siempre malas consejeras. El objetivo último de Bitcoin no ha cambiado ni cambiará. Y no es otro que llegar a ser dinero (que se vaya generalizando progresivamente su uso hasta que se convierta en un medio de intercambio común y generalmente aceptado). Durante ese largo e incierto proceso, todo el mundo irá descubriendo los diferentes casos de uso de Bitcoin. Y, como es lógico, la subjetividad de cada persona hará que esos casos de uso se valoren de forma distinta, según las necesidades. Pero las necesidades de cada uno son simplemente particulares y no es sensato deducir conclusiones de tipo general a partir de ellas. A menudo, ese sesgo suele conducir a error.
Por último decir que los tiempos de Bitcoin no tienen por qué coincidir con los propios. El proceso evolutivo de Bitcoin difícilmente encajará a la perfección con nuestro proceso vital. En ese sentido, no nos quedará otro remedio que adaptarnos en función de nuestros intereses y circunstancias. Pero, en cualquier caso, nos coincidan mejor o peor esos tiempos, hay que disfrutar de esta oportunidad única que estamos viviendo.